¿Te has preguntado alguna vez por qué la comida sabe diferente en el avión? Pues tiene una explicación científica.
A una altitud de 9 km, el aire de la cabina es muy seco, con un 12% de humedad.
Durante las horas en un vuelo de larga distancia, nos deshidratamos lentamente y consumimos la humedad de los conductos nasales y bronquiales.
Sin esta humedad, nuestros sentidos del olfato y el gusto disminuyen, sobre todo nuestra percepción de la sal y el dulzor.
Las aerolíneas suelen aumentar el contenido de sal en sus platos a bordo en aproximadamente un 20% y añaden aún más azúcar para compensar.
La presión atmosférica y el ruido continuo del avión también contribuyen a que nuestros sentidos se alteren.
Sin embargo, ciertos sabores, como el amargo, el ácido y el picante, permanecen intactos a 9 km de altura.