Los independentistas deben empezar a digerir la realidad. Pere Aragonés ya lo ha hecho, lo deja tras el varapalo de las urnas, pero la huella tras de sí es un campo minado con la negativa inicial a un apoyo al gobierno de Illa. Y luego está Puigdemont, a quien alguien debería decirle que el rey va desnudo, que no puede gobernar con esa minoría independentista que arrojaron las urnas.