Juan del Val está alucinando pepinillos.
Cierto es que la sensación que tiene el colaborador de 'El Hormiguero', el programa presentado por Pablo Motos en Antena 3, es la que tienen los más de 47 millones de españoles con respecto a la pataleta epistolar de Pedro Sánchez.
El tertuliano reflexionó sobre la carta del presidente del Gobierno socialcomunista y dijo bien claro que lo único que debía haber anunciado era su decisión, no que iba a tomarse unos días de meditación:
Yo puedo hablar de los hechos y los hechos son lo que él cuenta en la carta. La primera valoración que hago es que la gente no anuncia una reflexión. Anuncia la decisión que ha tomado después de reflexionar. El decir, señores, perdón un momento que me voy a reflexionar. Esto no tiene, carece completamente de sentido. Tú, después de reflexionar, dices, oye, mira, me marcho, por los motivos que sean, o me quedo y en ese caso no dirías nada.
Yo creo que los motivos que él aduce, que tienen que ver con esa admisión a trámite de unas diligencias sobre el supuesto caso de corrupción de su mujer, yo creo, y lo dije aquí hace más de un mes, yo creo que eso no tiene ningún recorrido judicial. Entonces, sobre una denuncia que no va a ningún sitio de una organización que evidentemente tiene muchísimos aspectos dudosos, el presidente del Gobierno se plantea dimitir, es una cosa que a mí me parece, en principio, infantil. Es la primera valoración que hago.
Criticó esa táctica empleada por el inquilino de La Moncloa de victimizarse:
Luego, aparte de eso, creo que estamos en un tiempo en el que el victimismo se compra de una manera desaforada en España. Y cualquier persona, por el hecho de sentirse víctima, inmediatamente se le da la razón. Y luego creo que la carta, y sigo porque yo no voy a especular de lo que va a hacer, creo que hay algo muy perverso, que tiene que ver con volver a trazar una línea entre los buenos y los malos. Los buenos son los que a mí me apoyan y los malos son los que ponen en cuestión cualquier movimiento que yo haga, y, por supuesto, se impide la crítica a cualquier cosa que pudiera haber hecho su mujer.