Ayer la vida se paró durante unas horas en Bilbao, se paró la actividad cotidiana. Si se paró, incluso, una campaña electoral. Durante unas horas dio todo igual, había tanta felicidad por metro cuadrado que los que lo contemplábamos a través del televisor solo podíamos sentir envidia, y pensar por qué la vida no es así más veces. Por qué no somos capaces, más a menudo, de desprendernos de tanto mal rollo y buscar, acompañados de otros, lo que nos hace felices.