Los incendios de Maui empezaron a propagarse ampliamente -en parte alimentados por los violentos vientos del huracán Dora, agitado a más de 800 millas de distancia- diezmando casas y negocios, lanzando urgentes misiones de rescate, dejando fuera de servicio las comunicaciones y obligando a los residentes a adentrarse en el océano para evitar ser quemados.