Hablar de guerra se considera un delito en Rusia. Los disidentes de la guerra han tenido que abandonar el país debido al peligro que supone para sus propias vidas el sostener su postura antibelicista. Muchos de ellos se encuentran ahora en Estambul, refugiándose de su propia nación, y a pesar de que podrían convertirse en presos políticos, siguen manifestándose contra la guerra.
La censura rusa se escuda en la lucha contra la rusofobia que según ellos plataformas como Facebook, WhatsApp o Instagram promueven, las mismas redes que muchas veces son instrumentos para movilizarse contra los conflictos a escala mundial y multimedia, y por ese motivo, han sido restringidas. Con este mismo propósito de censura, las autoridades rusas muestran imágenes de policías investigando en viviendas para encontrar a aquellos que deciden hablar de guerra en vez de "operación militar especial rusa en Ucrania".