Los Juegos Olímpicos de Invierno se clausuraron el domingo prácticamente como empezaron, con un desfile de deportistas destacados y mientras los representantes de tres naciones con décadas de enemistad entre sí compartían un palco de dignatarios… y un potencial camino hacia la paz.
El prominente funcionario norcoreano Kim Yong Chol, el mandatario surcoreano Moon Jae-in, así como Ivanka Trump, hija y asesora del presidente estadounidense, se sentaron dos filas detrás de los aros olímpicos, que simbolizan la paz y la unidad internacional.
Estaban cerca uno del otro, pero no pareció que Trump y Kim se comunicaran. Todos atestiguaron un espectáculo alegre y elaborado, que marcó el final de los Juegos de Pyeongchang.
Incluso mientras numerosos bailarines participaban en escenificaciones relativas a la cultura y la música surcoreana ante una multitud, la oficina presidencial de Corea del Sur emitió un escueto comunicado, en el que indicó que Pyongyang había expresado su disposición a sostener conversaciones con Washington.
Fue un extraordinario desenlace de unos Juegos Olímpicos extraordinarios que incluyeron excelencia deportiva, sorpresas y un atisbo inesperado hacia una distensión en la Península de Corea.
Deportistas emocionados entraron desfilando en el estadio, rodeados por banderas de todo el orbe, y relajados después de mostrar sus mejores capacidades a ellos mismos y al mundo.
El domingo por la noche, aunque el show corrió por cuenta de las estrellas del pop surcoreano EXO, llamaron la atención los políticos, lo mismo que los deportistas.