No está todo perdido.
Conste que la cosa pinta fatal, pero hay signos que permiten albergar cierta esperanza de que esta España nuestra no acabe convertida en una versión europea, obesa y con Seguridad Social de la Venezuela de Maduro.
Para disgusto del socialista Sánchez, de Bolaños y los enchufados del PSOE, el juez García Castellón ha elevado al Tribunal Supremo la implicación de Puigdemont y Marta Rovira en el ‘Caso Tsunami’ y pide que se les impute por indicios serios de terrorismo.
La Sala Tercera del Supremo ha pegado un revolcón el fiscal general del Estado, el sanchista Álvaro García Ortiz, y anula el ascenso a la máxima categoría de Dolores Delgado, la novia del ex juez Garzón que ejerció de ministra de Justicia de Sánchez.
Los magistrados del Contencioso Administrativo entienden que promocionar a dedo a la autora del ‘Marlaska es maricón’, es una ‘desviación de poder’.
Dieciocho fiscales del Supremo acusan por escrito a su jefe de no protegerlos frente al lawfare, pactado por el PSOE con los golpistas catalanes, porque en la práctica -como saben y aprovechan a la perfección chavistas, peronistas, sandinistas y otros facinerosos parecidos- supone dar a los delincuentes vara alta para apalear a los jueces.
Y como guinda del pastel, este miércoles inició el Parlamento Europeo un debate sobre los peligros que entraña para la Democracia la apestosa Ley de Amnistía apañada entre el Gobierno Frankenstein y los enemigos interiores de España.
Sostengo la tesis de que los bien pagados y vagos europarlamentarios nunca hacen nada más allá de ponerse morados de dietas y cenas con trufa, pero no me digan que a Sánchez, el PSOE y sus mariachis periodísticos no se les debería caer la cara de vergüenza, viendo a la Unión Europea discutir en público si el Gobierno de España se pasa el Estado de derecho por la entrepierna.
Y ya lo último y más importante.
Los ‘indignados’, desafiando los botes de gas, las pelotas de goma y los porrazos de los histéricos ‘robocops’ de Marlaska, vuelven por vigésima noche consecutiva a la madrileña calle Ferraz, para gritar ‘traición’ ante la sede del PSOE y corear hasta desgañitarse eso de ‘¡Pedro Sánchez, hijodeputa!’.
¡Ndongo vive, la lucha sigue!