El 26 de abril de 1986, una serie de explosiones devastaron el reactor número 4 de Chernobyl, desencadenando un incendio que rugió durante 10 días y liberó una columna de radiación que se extendió por todo el mundo. Más de 50 valientes trabajadores y socorristas perdieron la vida en el acto.

Sin embargo, no fueron solo los héroes anónimos quienes arriesgaron todo, sino también un puñado de fotógrafos que se aventuraron en la zona de peligro para capturar el caos y los actos heroicos que se desarrollaron en las semanas y meses posteriores.

Los equipos de respuesta de emergencia recurrieron a helicópteros para verter arena y boro sobre los restos del reactor. La arena tenía la misión de sofocar el fuego y prevenir emisiones adicionales de material radiactivo, mientras que el boro estaba destinado a evitar reacciones nucleares descontroladas.

Poco después del desastre, las tripulaciones lograron envolver por completo la unidad dañada en una estructura temporal de hormigón apodada el "sarcófago", con el fin de contener la liberación continua de material radiactivo.

Además, el gobierno soviético tomó medidas drásticas al talar y enterrar aproximadamente una milla cuadrada de bosque de pinos cercano a la planta, con el objetivo de reducir la contaminación radiactiva en el sitio y sus alrededores.