En una ruta de 21 km a lo largo del río Jatunyacu, en la Amazonia ecuatoriana, numerosos claros interrumpen la espesa vegetación mientras las excavadoras de los mineros de oro devoran la selva. A la espera de que la Corte Constitucional se pronuncie sobre una acción extraordinaria con la que los indígenas intentan frenar la explotación minera en la provincia y reducir la deforestación, las excavaciones también amenazan a las comunidades que viven del turismo.