Todas las victorias olímpicas son impresionantes, pero aún lo son más las de los perdedores.
Steven Bradbury ganó el oro para Australia en la carrera de 1000 metros en pista corta en los Juegos Olímpicos de Salt Lake 2002.
A pocos metros de la meta se produjo una caída masiva que dejó a Bradbury como último hombre en pie.
Shaunae Miller se llevó el oro para Bahamas en los 400 metros lisos femeninos en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.
Miller cruzó la línea de meta en 49,44 segundos, superando a la estadounidense Allyson Felix, que terminó en 49,51 segundos.
Joseph Barthel ganó la primera medalla olímpica de Luxemburgo en la carrera masculina de 1.500 metros en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952.
Barthel había terminado noveno en los 1.500 metros de los Juegos Olímpicos de 1948. Su victoria en 1952 supuso también un récord mundial olímpico.
Ester Ledecka terminó en primer lugar para la República Checa en el Super-G de esquí alpino en los Juegos Olímpicos de 2018 en Pyeongchang.
Ledecka era una de las favoritas en snowboard, pero nunca había terminado en el podio en una prueba alpina.
A pesar de tener que pedir prestados unos esquís para la competición, Ledecka apostó por la bicampeona del mundo, la austriaca Anna Veith