El aumento del nivel del mar y los fenómenos extremos como las tormentas y huracanes amenazan las playas en todo el mundo. Las mareas altas se tragan la arena y erosionan las costas. Hay islas enteras en peligro de desaparecer.
Una de ellas es la isla alemana de Sylt. Como ocurre en muchas otras islas del mar del Norte, las playas de Sylt sufren una erosión extrema desde hace décadas, kilómetros y kilómetros de playas, cuya pérdida se intenta evitar mediante obras de defensa y refulado de arena. El refulado se hace con grandes buques estacionados frente a la costa, que extraen enormes cantidades de arena del fondo marino y las devuelven a las playas.
Estas tareas de refulado cuestan miles de millones de euros anuales. Pero no se trata solo de los costes, tampoco están claras las consecuencias de estas intervenciones masivas en los frágiles ecosistemas marinos. Hasta ahora, la protección de las costas se antepone a la protección de la naturaleza, pero esta estrategia se cuestiona ya de forma vehemente.
Y es que la arena es, después del agua, el segundo recurso natural más importante de la sociedad moderna: hormigón, coches, microchips, artículos de limpieza, celulares... Para todo se necesita arena y esta solo puede ser de río o de mar porque la arena del desierto es demasiado fina.
Cada año se producen entre 40.000 y 50.000 millones de toneladas de arena, lo que la ha convertido en una materia prima cada vez más escasa. Tanto, que existen mafias que se dedican a saquear playas en todo el mundo y están destruyendo regiones enteras. Ladrones de arena se juegan el tipo intentando extraer este preciado recurso del fondo marino o de las playas.
Por ello, la ciencia busca alternativas contra reloj y trabaja en el desarrollo de innovadores procesos de reciclado para acabar con el expolio de la arena, un recurso que, al contrario de lo que pueda parecer, no es infinito.