Sánchez sacará buenos resultados en Vascongadas y Navarra en las elecciones del 28 de mayo de 2023.
Entre otras razones porque, además de competir con las averiadas siglas de su partido, participa con una marca blanca: Bildu.
Y sumando los votos proetarras a los de los socialistas vendidos, sometidos o entregados a los proetarras, te sale un 40% según todos los sondeos.
Y trincarán otra vez cargos, dineros, transferencias y chupetines, sin ponerse colorados ni acordarse de Enrique Casas, Fernando Múgica, Fernando Buesa y todos los socialistas asesinados por los padrinos de los mismos facinerosos a los que ahora se abrazan.
Sin acordarse de quienes eran sus compañeros de partido, ni de las decenas y decenas de guardias civiles tiroteados en la nuca o reventados con coches-bomba y sobre cuya memoria han vuelto a escupir.
Sánchez no tuvo el pasado 21 de noviembre ni la decencia de evocar que se cumplían ese día 22 años del asesinato del ex ministro socialista Ernest Lluch y su única excusa es que andaba muy atareado, organizando la retirada de la Guardia Civil de Navarra.
Antes de que concluya marzo de 2023, la Guardia Civil perderá en esa zona de España las competencias en materia de tráfico en favor de la Policía Foral.
El Gobierno PSOE-Podemos también ha confirmado por escrito a los herederos de ETA, la cesión a Navarra y País Vasco de los nuevos impuestos a la banca y a las energéticas. Un privilegio fiscal del que no gozará ninguna otra comunidad autónoma.
Lo clásico, llegados a este punto, es ir a la hemeroteca e invocar aquello de "con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo cinco veces, o veinte”, que reiteraba Sánchez en campaña electoral, pero hoy me pide la conciencia otra cosa.
Cité antes a Ernest Lluch y me acaba de venir a la memoria que no mucho antes de su muerte, participó en un mitin del PSE en la plaza de la Constitución de San Sebastián, con motivo de las elecciones municipales.
Espoleado por los insultos de los abertzales que poblaban el lugar, Lluch, entusiasta partidario de la negociación con ETA, cogió el micrófono y se dirigió a los alborotadores:
«¡Qué alegría, qué alegría llegar a esta plaza y ver que los que ahora gritan antes mataban y ahora no matan! ¡Gritad más, porque mientras gritéis no mataréis y es buena señal!».
Exactamente 384 días después, en el garaje de su casa, un etarra la pegó dos tiros en la cabeza.
Y José Ignacio Krutxaga, el asesino, se burlaba después explicando que Lluch intentó salvarse arrastrándose debajo de un coche.
Por cierto, que al tal Krutxaga también lo han acercado al País Vasco Sánchez y Marlaska y es muy probable que se pavonee ya los fines de semana por los bares, a la hora del vermut.
¡Qué vergüenza!