Vaquillas, vaquillones, zarragones o diablos, han dejado de ser solo cosa de hombres. El ímpetu de las mujeres de Guadalajara y sus ganas de participar en una manifestación cultural originariamente apta solo para varones, así como la ausencia de hombres disponibles en muchos pueblos, ha llevado a que ellas se hayan erigido en protagonistas indiscutibles de la continuidad o el resurgimiento de muchas de las botargas de la provincia.