Según los proetarras de Bildu, las medidas anunciadas por Pedro Sánchez “van en el buen camino”.
Y apostilla clarividente Rosa Díez en Twitter: “A los herederos de ETA siempre les ha gustado el camino que conduce a la muerte”.
Yo añadiría que también la ruta que lleva a la ruina y la miseria de España.
De este Debate del Estado de la Nación, que en realidad ha sido un debate sobre el deplorable estado del socialista Sánchez y sus compinches, la mayor indignidad no ha sido que Maritxell Batet se quedara sentada durante el minuto de silencio en memoria de Miguel Ángel Blanco.
Ni siquiera las mentiras que soltó el líder del PSOE con voz engolada.
Lo peor, en mi opinión, es que Sánchez tuviera la caradura de acusar al PP de intentar beneficiarse del terrorismo.
Eso, en la boca del presidente que gobierna con el apoyo de los terroristas de ETA y promulga una ley de memoria antidemocrática con los votos de los sucesores de los asesinos.
La satisfacción de los chavistas de Podemos y algún zarrapastroso periférico con las medidas económicas de Sánchez, es la prueba de la falta de rigor e ineptitud de este presidente contumaz en el error.
La pifia incluso en la propaganda que, en tiempos del evaporado Ivan Redondo, parecía ser su fuerte.
Si de verdad quería ‘ir a por todas’ y sorprender al personal, lo que debería haber anunciado es un recorte drástico de su megalómano gabinete, echando a la calle a 11 de sus 22 ministros. Tenía que haber prometido que se acababa eso de prestarle el Falcón a Irene Montero para irse con la pandilla de juerga a Nueva York. Podía haberse comprometido a meterle mano al gasto improductivo, la legión de asesores y los chiringuitos. Jurar que este verano cancela las vacaciones y que no ira a comer jamón con sus amigos en La Mareta o en ese Palacio Palacio de Las Marismillas que pongamos todos.
Pero no. Se fue a lo fácil. Como carece de escrúpulos e incluso de ideología, optó por anunciar impuestos a bancos y eléctricas, que nadie sabe como o cuando se aplicarán y se abrazó desesperado a golpistas, proetarras y podemitas, para que le dejen acabar la Legislatura durmiendo en La Moncloa.
Pedro Sánchez fallecerá políticamente en los brazos del siniestro Frankenstein.