El Gobierno Sánchez va a aprobar -con los votos del PSOE, Podemos, PNV y Bildu- la Ley de Memoria Democrática, un canto a la censura y el sectarismo, que amplía la Ley de Memoria Histórica de Zapatero.
Si la propuesta original era disparatada, la claudicación ante los proetarras de Bildu para poder sacar adelante la nueva versión, convierten este texto en una agresión a las víctimas del terrorismo, al equipararlas con sus verdugos.
La Ley Sánchez consagra el guerracivilismo de una izquierda, empeñada en jugar una especie de «segunda vuelta» de la Guerra Civil de 1936, que atenta contra el espíritu de la Transición y la reconciliación nacional.
La Ley resucita la España de los dos bandos, con la que este Gobierno deplorable intenta tapar sus inmensos fracasos económicos y sociales.
Y añade el blanqueamiento de ETA, convirtiendo a los terroristas etarras en ‘víctimas indemnizables’ por el Estado y reconociéndoles méritos “por su lucha por la consolidación de la democracia, los derechos fundamentales y los valores democráticos”.
A Sánchez, los mil asesinados por ETA, los heridos, los mutilados, sus compañeros de partido masacrados de un tiro en la nuca, le importan un comino.
Que con ese bagaje, el líder del PSOE pretenda participar este fin de semana en el homenaje en Ermua a Miguel Ángel Blanco es una provocación: un insulto a la memoria de los muertos.