Para sorpresa de muchos, a principios de la década de los sesenta surgieron pruebas hechas en pacientes con comisurotomía, o cerebro separado, que indicaron la presencia en el llamado hemisferio menor de considerables capacidades de entendimiento y comprensión del lenguaje escrito y hablado. Estos eran pacientes del neurocirujano Joseph Bogen y de su jefe, Phillip Vogel, del White Memorial Medical Center de Los Ángeles, los cuales fueron sometidos a una cirugía seccional de la línea media del cuerpo calloso y otras comisuras, en un último esfuerzo para controlar su intratable y grave epilepsia. Durante la cirugía se seccionaron todas las conexiones neuronales cruzadas de comunicación directa entre los dos hemisferios. La experiencia de esta cirugía en pacientes humanos y de más de diez años de estudios sobre el cerebro separado en animales, hacía predecible que el efecto de la cirugía no sería incapacitante en lo que concierne a las actividades diarias ordinarias, y ese fue el caso. Al cabo de un periodo de entre seis meses y un año de recuperación, y no habiendo otras patologías cerebrales, la persona que había sufrido la sección completa de las comisuras del cerebro anterior bien podría pasar sin ser notada en un encuentro o conversación casuales e incluso en un examen médico de rutina.
En nuestros estudios preliminares con Michael Gazzaniga, los pacientes parecían mostrar que el hemisferio derecho desconectado no era de ninguna manera sordo o ciego a la palabra, según se había anticipado. Algunas pruebas lateralizadas acerca de las habilidades lingüísticas indicaron que el hemisferio derecho era ciertamente mudo y agráfico, pero aun así capaz de comprender, en un nivel moderadamente elevado, las palabras dichas en voz alta por el examinador. El hemisferio derecho desconectado era también capaz de leer palabras impresas, presentadas en el campo visual izquierdo, las que se mostraban selectivamente o bien señalando objetos y retratos de una serie seleccionada.