El recibo de la luz es un dislate que tiene complicada vuelta atrás. De la cantidad que pagamos por la electricidad que consumimos en casa, dos terceras partes son costes regulatorios e impuestos, mientras que el resto sería costes operativos y beneficios de los operadores. Este disparate es fruto del intervencionismo y de no contar la verdad a los usuarios, que cuando expresamos preferencias por cerrar nucleares, carbón o apostar por renovables, el precio es siempre el mismo: pagamos lo de siempre