Ande yo caliente y ríase la gente. O la caradura por bandera. Hablamos de Laura Borrás y sus contradicciones, como buena independentista catalana.
Borrás clama por la independencia de Cataluña... pero a la vez se hace funcionaria del Estado español 'opresor' y se garatiza un sueldo, la jubilación futura y todo lo que cuelga.
El momento en el que el doble juego de la delegada de Puigdemont en el renovado "procés" quedó en evidencia se ha hecho viral y corre ya como la pólvora.
Se trata de la intervención, pletórica de ironía y retranca, del presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, en la que el mismo desvela que, mientras Borrás intentaba convertir el Parlamento catalán en un fortín del separatismo, tomaba posesión minutos después de una plaza como funcionaria del Estado del que pretende huir.
La cara de Borrás lo dice todo y, pese a la mascarilla, se adivina este gesto típico de quienes, en ese momento, están pensando cosas como "tierra trágame": no sabía dónde meterse, y menos cuando tirando de toda su mordacidad, Fernández le espetó que, para ser opresora España, "se le da fatal".
El puesto de trabajo "vitalicio" logrado por la candidata de Junts en las Elecciones Catalanas es el de profesora titular de la Universidad de Barcelona, y a él llegó por petición suya expresa, tras concursar para quedarse en propiedad una plaza dependiente del Estado cuya adjudicación se recoge además en el muy español BOE.