La tierra no sostuvo a dos seres más felices que a el Sr. y a la Sra. Nostrand, cuando se les otorgó el mayor regalo de Dios, su primogénita. La vista de la vida parecía bañada por el sol ya que todos sus pensamientos se centran en la pequeña. En su imaginación la ven crecer desde la infancia hasta la niñez y luego hasta la juventud. Pero, lamentablemente, ¿con qué frecuencia estas anticipaciones salen mal? Cada vez más absortos en el torbellino social, entregan a la niña al cuidado de la institutriz, hasta que ocho años después encontramos el tiempo del padre totalmente ocupado en su club, mientras que la madre dedica el suyo a las fiestas. Sola, abandonada y desamparada, la niña, hundida en espíritu, se enferma gravemente. El padre ahora está alarmado por el estado de la niña e insiste en que la madre se quede en casa y lo cuide. Razona que eso es lo que más necesita la pequeña. Él es el primero en reprocharse su negligencia y trata de decírselo a su esposa, pero ella no es tan perceptiva y atiende a la niña de una manera más bien a medias. No considera que la niña esté tan enferma como la hacen creer, y se irrita bajo las exigencias, en su opinión irrazonables. Nerviosa, cansada y con ganas de divertirse, asiste desafiante a una fiesta de disfraces. Durante su ausencia, la niña empeora y el médico le dice al marido que ha llegado el final. Envían a un sirviente a buscar a la madre mientras el médico se esfuerza por mantener la vida de la pequeña hasta que ella este de vuelta, pero en vano, porque el alma pura ya se ha ido cuando llega. La unión se rompe, el marido se va, y ahora ella se da cuenta de lo falso y vacío que es el mundo en el que ha estado viviendo. No ve nada más que la expiación. Pero, ¿cómo puede ella expiar este pecado de negligencia? Su hijo ha muerto, su marido se ha ido, la vida está envuelta en tinieblas. En la tumba del niño vemos a la pobre mujer, con el corazón magullado, exhalar oraciones de contrición, cuando el marido, atraído por el mismo impulso, se acerca. Suavizados por el mismo dolor, se reencuentran, cada uno culpándose a sí mismo de su propio dolor.