Henry Lawrence y Marion Brands son amantes jóvenes y, con espíritu de broma, despertaron sus celos. Tienen una pelea de amantes y se enfurecen. Ambos testarudos, deciden nunca más volverse a encontrar. Pasan diez años y Marion se ha convertido en una mujer de sociedad de corazón frío, siempre en el vórtice de la vorágine social, pasando su tiempo en fiestas con sus amigos, hasta que su tierna sensibilidad se embota en una absoluta indiferencia. Henry, mientras tanto, ha caído enfermo y siente que el final de su vida no está muy lejano, por lo que leyendo en el periódico sobre el regreso de Marion de Europa, le escribe pidiéndole que le visite para poder ver una vez más el rostro tan querido por él. Ella está entretenida cuando llega la nota. Se ríe con desprecio, pero luego, por capricho, decide llevarse a todos sus amigos borrachos a visitarlo. Cuando llegan Marion encuentra a Henry muerto, agarrando su retrato en su mano. Ella despide a sus amigos y cae de rodillas con remordimiento.