Rara es la ciudad que no tiene una zona donde los bocadillos de calamares forman parte de su paisaje. En Madrid, los alrededores de la Plaza Mayor son ese sitio (aunque, por supuesto, a lo largo y ancho de la ciudad hay más lugares). Entrar, pedirlos, y ver cómo delante de tus ojos cogen el calamar, lo ponen en harina, y lo meter a la freidora, es sinónimo de frescura… y de buen sabor.
Jonatan Armengol, el único crítico invidente de España, es lo que hubiera deseado tras hacer una cata de calamares a la romana de los que venden congelados en DIA, Alcampo, Mercadona, Pescanova y Carrefour. Si quiere saber las razones de este particular ‘sálvese quien pueda’, el siguiente vídeo le aclarará sus dudas.