Jerusalén, 23 mar. (EFE).- (Imagen: Pablo Duer) Los incesantes grupos de turistas y peregrinos, el inconfundible olor a fritura y los gritos de vendedores ofertando sus baratijas han desaparecido de la Ciudad Vieja de Jerusalén por las medidas contra el coronavirus, que dejaron poco más que candados y un silencio ensordecedor en los lugares santos.