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Hola a todos. Mi nombre es Jasmine. Tengo 16 años, y el control parental sin fin todavía me enoja. Mi padre me crio solo, y siempre he sido una pequeña princesa para él. Todo iba bien, hasta que Jasmine conoció a su Aladdin. Y no tenía idea de que podía odiar a mi padre...
Hace un año, conocí a un buen chico. El nombre de mi Aladdin era Derek. Fuimos presentados por amigos mutuos y desde ese día, nunca volvimos a separarnos. ¡En su cara, escépticos! ¡El amor a primera vista existe! Pero... Ese es solo el comienzo de la historia. Derek fue mi primer amor. Así que, cuando le conté a mi papá sobre él, esperaba que se alegrara por mí. Siempre fue el mejor padre. Pero en lugar de la alegría que esperaba, comenzó a preguntarme sobre Derek. ¿Quién era, cómo era su familia, cuáles eran sus planes para la vida y el futuro? Hmmm, ¿cómo debería decirlo? Derek es de una familia pobre, solo tiene 16 años, por lo que tampoco tenía planes especiales para su futuro, pero sabía lo más importante. Sabía que Derek me amaba, pero desafortunadamente mi padre no estaba satisfecho con esa respuesta. Así que, inmediatamente, sin conocerlo, me prohibió verlo... ¡Dijo que no dejaría que un don nadie estuviera con su pequeña princesa!
Después de eso, tuvimos una gran pelea. ¿Cómo podría saber él a quién tenía que querer yo? Hasta ese momento, no pensé que para papá un tipo pobre fuera una especie de cadena perpetua... Necesitaba desahogarme y silenciosamente, en mi habitación, llamé a Derek por teléfono. Fue entonces cuando se comparó vez con Aladdin por primera. Dijo que lamentaba no tener una lámpara mágica con un Genio, lo que habría resuelto todos sus problemas financieros. Pero al mismo tiempo, me animó y me dio la confianza de que él y yo pensaríamos en algo. Desafortunadamente, nuestros problemas estaban lejos de terminar. Papá debe haber pasado por mi habitación y haber escuchado nuestra conversación. Estaba muy enojado porque lo había desobedecido tan rápido. Me gritó y me quitó el teléfono. Me quedé sin palabras. Me quedé allí tirada en silencio y pensé: "¡¿Realmente se trata del dinero?!". Más tarde, papá volvió a mi habitación. Se disculpó por reaccionar exageradamente y me devolvió mi teléfono, pero insistió en que, por mi propio bien, dejara de comunicarme con Derek. ¡Sí, claro! Él no iba a detener nada... Desde entonces, Derek y y