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Hola, amigos. Me llamo Ruby. Ahora tengo diecisiete, aunque hasta hace poco no tenía esperanzas de llegar a los dieciséis. Todos tendemos a creer que las cosas malas pueden sucederle a cualquiera, pero no a nosotros. Y cuando te suceden a ti, solo hay una pregunta en tu mente: “¿Por qué yo?”.
En mi caso, me pasó cuando atravesaba uno de los períodos más importantes de mi vida. Yo vivía con mi mamá. Mi papá nos había dejado por otra mujer muchos años atrás. ¡Qué moderno! Fue un golpe duro para nosotras dos, pero lo superamos. Ese año estaba terminando la escuela, así que me encontraba abrumada con mis estudios. Me sentía exhausta en todo momento. A veces ni siquiera tenía energía para desayunar o ducharme por las mañanas. Pero ni mi mamá ni yo le prestamos mucha atención. Me preparaba día y noche para los exámenes. ¿Quién no se hubiera cansado? Pero no fue tan sencillo.
Una noche bajé a buscar un poco de agua. De pronto, sentí que todo se volvía oscuro. Cuando abrí los ojos, vi la cara de preocupación de mi mamá. Me di cuenta de que estaba en el suelo, en medio de la cocina. Mi pobre mamá se asustó tanto que hasta llamó a la ambulancia.
Si bien sabía que corría el riesgo de sufrir problemas cardíacos genéticos por la familia de mi mamá, no me preocupaba. El doctor me examinó y me dijo que lo mejor sería realizarme análisis más detallados. Pasé dos días en el hospital, pero por alguna razón los médicos siempre me pedían pasar por otro examen o estudio. Cando intentaba convencerlos de que la razón eran la escuela y lo exámenes, ellos se mostraban esquivos y no respondían de inmediato. Pero debo admitir que no me sentía muy bien: había tenido mucho tiempo para descansar en mi cama de hospital, pero me encontraba tan exhausta que tenía problemas para moverme.
Finalmente, los doctores me dieron una respuesta a lo que sucedía. Me diagnosticaron un problema cardíaco muy inusual. En pocas palabras, mi corazón ya no era capaz de funcionar normalmente, y necesitaba un trasplante lo antes posible. Pero eso no era lo peor: había empeorado tanto que ya no tenía tiempo para esperar a un donante. Fue algo muy abrupto para mí, pero antes de que pudiera procesarlo, mi cardiólogo sugirió que pasara por una cirugía arriesgada, que era la única forma de prolongar mi vida. Tendrían que quitarme el corazón y reemplazarlo con otro completamente arti