Los cerdos figuran en lugar preferente en la cadena alimenticia de la enorme, corpulenta, feroz y voraz anaconda, pero en esta ocasión ocurre el milagro.
La serpiente sale de caza, localiza a un cerdito hozando ingenua en un barranco y avanza sigilosa.
Sin hacer el mínimo ruido, se desliza y atrapa a a su presa, que ni se da cuenta de lo que pasa, hasta que está rodeada de anillos y comienza a asfixiarse.
Y cuando la anaconda se alista para el banqueta, aparece por allí el dueño del cerdo, que le da lo suyo y libera a la aterrorizada criatura.