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Ella se llama Julia, y quiere hablarles acerca del conductor de su autobús escolar. Él no era lo que parecía ser a primera vista… Con el inicio de un nuevo año escolar, también llegó un nuevo conductor a la escuela de Julia.
Parecían preguntas inocentes, pero su forma de mirar alteraba mucho a los niños. Su cabello desprolijo y su barba sin afeitar les hacían pensar que no les hablaba por simple curiosidad. Pronto, las personas comenzaron a hablar de él: corría el rumor de que era alcohólico y había estado en prisión. Cada día, los rumores se hacían más difíciles de creer: algunos decían que tenía un nombre falso porque se escondía de la policía. Unas niñas aseguraban que él había intentado golpearlas.
Por supuesto, todas esas historias eran demasiado locas para ser ciertas, pero no por eso dejaba de darle miedo a Julia. Comenzó a notar que los niños habían cambiado su manera de responderle: algunos no decían nada e iban directo a sus asientos, otros respondían cosas como “No es asunto tuyo”. Y, finalmente, otros lo insultaban. Después de un tiempo, el conductor dejó de hablarles.
Un fin de semana, mientras Julia estaba de compras en el centro comercial, lo encontró por casualidad. Se veía aún más extraño que antes: usaba un abrigo demasiado grande para él, llevaba las manos en los bolsillos y conservaba su mirada extraña de siempre. Sin saber bien por qué, Julia le tomó una fotografía. Probablemente la quería para mostrársela a sus amigos más tarde, especialmente a una que estaba muy interesada en los rumores sobre él. Sacó el teléfono de su bolso en un parpadeo, le tomó la foto y continuó con sus compras.
Quince minutos después, cuando Julia se disponía a salir del centro del comercial, notó que el conductor la seguía entre la multitud. Se asusté y aceleró el paso. Quizá la había notado al tomarle una foto. O peor, quizá quería hacerle algo malo… Estuvo por salir corriendo, y entonces lo oyó gritar “¡Julia, espera!”. ¡Recordaba su nombre! Él siguió hablando, y a Julia le pareció que decía algo como “¡Tus llaves!”.
Ella revisó su bolso y se percató de que no tenía las llaves. Probablemente se le habían caído al tomar el teléfono. Aún estaba asustada, pero se detuvo porque había muchas personas cerca, y eso la hacía sentir más segura. El conductor se acercó hacia ella y le dio las llaves. Luego sonrió de manera incómoda y dijo: “Oh, supongo que crees que soy extraño. Discúlpame si te asusté”.
Después de eso, se fue. Julia se sintió culpable, se dio cuenta de que él era un poco raro, pero no una mala persona. Hasta se había tomado la molestia de aprenderse el nombre de ella y el de todos sus compañeros. Simplemente intentaba ser bueno en su trabajo, a pesar de ser tímido. Borró la foto de su teléfono de inmediato.
Aún guardaba ciertas sospechas, pero intentó ser más amable