Tres tremendos trastazos. Y los tres batacazos tienen en común que sus protagonistas, los desventurados que se parten la crisma o algo situado más abajo -donde la espalda pierde su casto nombre-, se lo estaban pasando de cine hasta el momento fatal.
El chaval de la piscina, que se rompe literalmente el trasero, presumía de facultades físicas.
La chica de la bicicleta se distrajo al saludar a la cámara. Y las dos guapas del baile, se exhibían al unísono, como modelos, ante sus compañeros de clase.