La llegada de un perro en la pareja puede causar muchos desacuerdos. El animal se convierte en el centro de atención, y esto puede ser complicado para la pareja. A veces la atención alrededor del perro es tal, que su llegada puede compararse a la de un niño. La vida cotidiana se ve perturbada, los hábitos también, la pareja ya no está sola. Puede suceder que el perro invada cada vez más el territorio de una de las dos personas. Comienza subiéndose al sofá, durmiendo en la cama, impidiendo que la pareja tenga privacidad. El perro no debe ser percibido como un compañero por derecho propio. Debe mantener su condición de animal. Por eso es importante establecer reglas desde el principio, y asegurarse de encontrar el equilibrio adecuado entre la alegría de tener una mascota, y la protección de su relación.