Rojo, azul, y violeta son colores atractivos que nos tientan para consumir frutas del bosque. El origen de tales colores se debe a la presencia de altos niveles de antocianinas. Numerosas investigaciones sugieren que los compuestos polifenólicos presentes en frutas y verduras, ricas en color, puede tener una potente actividad antioxidante y antiinflamatoria.
Los flavonoides más abundantes de la dieta son flavanoles (catequinas y proantocianidinas), antocianinas, y sus productos de oxidación. Hasta el momento nunca se había comprobado si estos compuestos fenólicos [como por ejemplo las antocianinas de los arándanos] tras ser consumidos en una dieta normal, podían acceder directamente al sistema nervioso central (SNC). De hecho, mientras hay numerosos estudios que han determinado antocianinas en plasma, ningún estudio había determinado su presencia en sistema nervioso central tras una suplementación.
Algunas investigaciones científicas arrojan resultados que demuestran que las antocianinas pueden atravesar la barrera hematoencefálica y localizarse en diversas regiones del SNC de vital importancia en procesos de aprendizaje y memoria. Además estos resultados sugieren que estos compuestos podrían transmitir directamente su poder antioxidante y su capacidad de modificar diversas señales a nivel central.
De esta manera una ingesta óptima de estos alimentos naturales atractivos por su color, como por ejemplo los arándanos u otras frutas del bosque, podría favorecer nuestro estado de salud e interceder en la prevención de enfermedades neurodegenerativas, favoreciendo un óptimo funcionamiento neuronal.