Mientras Ana Julia describe con frialdad cómo entierra el cadáver de Gabriel, de repente se derrumba. Pero en hora y media de interrogatorio tan pronto llora como se mantiene firme. Relata el momento en el que colocó la camiseta del pequeño en una zanja para despistar a los investigadores. Lo hizo, dice, para tranquilizar a su novio y padre del niño. Pero ese gesto le delató; nada encajaba y a partir de ese momento estuvo en el punto de los investigadores. Tras más de dos semanas de búsqueda Ana Julia cayó en su propia trampa, volvió a la finca en la que cometió el crimen, y los investigadores que le seguían la pista la detuvieron en plena huida.
-Redacción-