Vestidos de chulapos a la Pradera, a marcarse un chotis o un pasodoblen honor del patrón y porque Madrid lo vale. Y cuando el sol calienta qué mejor que un buen trago del agua milagrosa que curó al emperador Carlos V y a su hijo Felipe II.
Un sonido único de Madrid es el de su inconfundible organillo. Y empieza a ser costumbre llegar a la feria montado en el vehículo más castizo, el 600.