312. Son, según la Asociación de Víctimas del Terrorismo, los asesinatos de ETA sin resolver. Detrás de ese número hay caras, vidas rotas, que se encuentran con el agravante de no poder ver a sus verdugos condenados. Conchita Fernández, viuda de un Guardia Civil asesinado, conoce sus nombres, sabe hasta que viven en Venezuela pero tras años de lucha nunca consiguió la extradición. Es la dureza de no conocer siquiera el rostro de los asesinos. Son casos llenos de frustración, de muchas preguntas y apenas respuestas. No las tieneTamara Paredes. Sus padres fueron asesinados cuando sólo tenía 5 años. ETA alegó que eran toxicómanos, pero se demostró que era una mentira más. No puede hacer nada porque el caso ha prescrito. Se trata de una lucha contra el olvido, donde las instituciones han puesto más el foco en los terroristas y no tanto en sus víctimas. Maite, hija del político vasco Juan María de Araluce, no podría soportar conocer al verdugo de su padre y saber que nunca se hará justicia. Solol exigen, por encima de todo, verdad, memoria, dignidad y justicia.