Montse ha cambiado las cerraduras para ocupar su propio piso. Hace 40 días firmó un alquiler con un ciudadano chileno-ruso. Se aseguró de que el inquilino era de fiar pero se equivocó. El supuesto inquilino tardó muy poco en realquilar los 32 metros cuadrados, reformados y a un minuto de la playa, idílicos para turistas. Lo hacía a 200 euros la noche y desde perfiles diferentes. Pero realquilar estaba explícitamente prohibido por contrato. Montse descubrió que su propiedad se alquilaba en Airbnb como piso turístico. Desde que se dan cuenta del engaño Montse y su familia intentan contactar con el inquilino. Esta desaparecido. Montse quería recuperar su piso, pero su abogado le dijo que por los cauces legales podría tardar un año, así que se le ocurrió reservar una noche, hacerse pasar por turista y una vez allí cambiar la cerradura. La plataforma ha retirado el anuncio y ha recolocado a los turistas que hoy mismo tenían que entrar en otro inmueble. Su abogado insiste en denunciar al inquilino. A raíz del caso los inspectores del Ayuntamiento se han personado en el inmueble y han dado por buena la versión de Montse. Al parecer la misma persona gestionaba diferentes pisos a través de la misma Airbnb.
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