La presión de los hosteleros ha surtido efecto y en las playas más turísticas, como Gandía, agentes e inspectores comprueban puerta por puerta si los contratos de alquiler están en regla. La oferta de pisos turísticos ilegales ha crecido tanto que en otras zonas de la costa llega ya al número de plazas de apartamentos reglados, campings y hoteles.