Los niños no entienden la prohibición impuesta en sus colegios. Y muchos vecinos les apoyan. Quieren seguir haciendo deporte. Pero las denuncias vecinales obligan a pagar 12.000 euros a los colegios, por superar el número de decibelios. En la calle la polémica está servida. No es la primera medida similar. En algunas calles y plazas de nuestra geografía aparecen carteles que impiden a los niños jugar a la pelota, montar en bicicleta o en patinete. El debate es que debe prevalecer, el descanso vecinal o el derecho de los niños a jugar.