El de Trayvon Martin es un grito que recorre Estados Unidos. Desde la Costa Este a la Oeste, de Norte a Sur,  hasta ciento una marchas y con caras conocidas incluídas, como la de Beyoncé y su marido. Todos, miles de personas, protestan por la absolución la semana pasada del vigilante vecinal George Zimmerman, acusado de disparar a quemarropa a Trayvon Martin y piden un cambio de las leyes que permiten matar a alguien sólo porque se cree que es sospechoso. Promesa que ha repetido su padre en Florida, precisamente donde fue asesiando este joven afroamericano. Porque el de Trayvon es un caso que ha conmovido no sólo al mismísimo Barack Obama, sino también a toda la sociedad estadounidense. El jurado que ha absuelto a Zimmerman asegura que actuó en defensa propia. Sea como fuere, la sudadera y la capucha como la que llevaba Trayvon el día de su muerte se ha convertido en todo un símbolo de resistencia.  Porque el caso de Trayvon ha traspasado las cortes para reabrir el debate sobre el racismo y la tenencia de armas en Estados Unidos