Un agujero de unos 70 metros de largo en el flanco izquierdo del casco es el daño que ha provocado el impacto del crucero contra una zona rocosa submarina situada a un kilómetro de la costa de la isla italiana de Giglio. El boquete ha dejado al descubierto varios compartimentos de la nave, todo lo que ha conseguido arrastrar un fragmento de roca incrustado en su coraza. Según los expertos enviados a la zona sólo hay dos probabilidades como causa del accidente: un error humano o un fallo de un aparato electrónico que no llegó a alertar de la escasa profundidad del fondo del mar. El siniestro se producía sobre las nueve y media de anoche, justo cuando los 3.200 pasajeros estaban cenando. Se produjo un apagón y fue entonces cuando comenzaron los nervios y las carreras por los pasillos mientras el capitán llamaba a la calma. Un verdadero desastre para un pasajero español, uno de los 188 a bordo del crucero y que están a salvo según la naviera. Cinco barcos, pequeñas embarcaciones particulares y cuatro helicópteros se encargaban de una evacuación que seguía hoy a plena luz del día.