La frenética jornada aparcaba la tradicional flema inglesa desde temprano. En las calles unos súbditos dispuestos a darlo todo el último día. Hasta la Catedral de San Pablo llegaba la Reina sin marido. El duque de Edimburgo veía los fastos desde el hospital, era la parte religiosa de este eterna fiesta.Y vuelta a la calle, ahora en carruaje, Isabel II, bien abrigada junto a Camila, y a su hijo Carlos. Recorrían Londres, tapizado con todo el patriotismo de la Gran Bretaña. La multitud la acompañaba hasta Buckingham Palace, y cuando en el cielo se pintaban los colores, azul, rojo, blanco, Isabel saludaba a su corte desde el balcón. Estupenda a los 86 y arropada por su familia, agradecía al pueblo británico que se hayan volcado con los sesenta años de mando. Para terminar los cuatro días de sobredósis monárquica un mensaje a todos los países de la Commonwealth, súbditos de su Majestad Un impecable fin de fiesta para concluir el Jubileo con un definitivo Dios Salve a la Reina.