'Ha llegado el momento' debe pensar el funambulista Nick Wallenda tras horas de entrenamiento. Una grúa le sitúa sobre un fino cable de acero, exactamente 5 centímetros de grosor, por delante una caminata paso a paso hasta cruzar una de las grandes maravillas de la naturaleza: las cataratas del Niágara. Una experiencia que pocos mortales han disfrutado. Wallenda lleva un arnés de seguridad. Él estaba en contra, pero las televisiones que graban el histórico instante obligan a la seguridad máxima. Es casi noche cerrada, y el agua, la niebla y el frío complican la proeza. Son 500 metros de largo que unen las dos orillas a una altura de 60 metros. Un verdadero baile sobre el vacío. El acróbata de 33 años de edad cruza sereno las cataratas. En su cabeza sabe que para esto se ha preparado desde que era pequeño. 25 minutos después, Wallenda es recibido al otro lado, aplausos y vítores, por las autoridades canadienses. Alza el puño y recuerda las palabras de su abuelo, que le entrenó: "La vida está sobre el cable y todo lo demás es simplemente una espera".