Los dos jóvenes entraban con pasamontañas o cascos de moto a supermercados o farmacias de Barcelona y arrancaban la caja registradora de cuajo. Solían hacerlo poco antes del cierre de los establecimientos, para evitar encontrarse con demasiados clientes y para que las cajas tuvieran más dinero. Llevaban a los empleados hacia las cajas registradoras, los amenazaban y se llevaban la recaudación. Los Mossos d´Esquadra les atribuyen una quincena de golpes con el mismo funcionamiento. Uno de ellos fue detenido cuando trataba de dar un golpe y se comprobó que había pasado por la cárcel por los mismos hechos antes de comenzar con los recientes atracos. El otro, sin embargo, sigue en búsqueda y captura.