Radiactividad en los alimentos nipones

Publico 2019-03-31

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Con la vida todavía enredada entre escombros de tsunami, los barcos boca abajo y con piedras en el camino. Lo único que les hacía falta a los japoneses era una prohibición a sus productos. El agua que sirve para refrescar Fukushima se ha contaminado y también sus peces, pero pasará tiempo hasta que puedan volver a pescar. Peor es el veto a la leche, a las espinacas y al brócoli en una zona más rural que el resto del país y que se nutre de la tierra. Los mercados del norte están vacíos y no va ayudar nada que Estados Unidos haya restringido las importaciones de alimentos japoneses. Sus niveles de yodo radiactivo son muy altos y tampoco ayuda que Fukushima siga emitiendo radiación. No ayudan las réplicas. Hoy otros dos temblores potentísimos han tambaleado la fragilidad emocional de un país roto en funerales. Los muertos y desaparecidos son ya 23.000. Un país quebrado en infraestructuras que tiene que pedir ayuda financiera y levantarse del desastre. Unos 217.000 millones de euros en destrozos es la cuesta arriba que tiene Japón por delante.

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