La estadounidense Teresa Lewis, de 41 años y condenada a pena de muerte por el asesinato de su marido y de su hijastro, ha sido finalmente ejecutada en el correccional de Greensville, en Virginia (EEUU). Teresa Lewis se convierte así en la primera mujer en ser ejecutada en Estados Unidos desde 2005 y en la primera desde 1912 en el estado de Virginia. El cuerpo de Lewis dejó de respirar a las tres y cuarto de la madrugada. La inyección letal que le administraron en la prisión acabó con su vida, sin que nadie haya podido evitarlo. A nadie le ha importado que Lewis hubiera pedido perdón miles de veces, ni que un sicario la convenciera para consumar el crimen cuando ella quería echarse atrás; tampoco le ha importado a nadie que Teresa sufriera una limitada capacidad intelectual. El caso ha suscitado una gran controversia dentro y fuera de las fronteras norteamericanas, no tanto por la cuestión del género sino por el sinsentido de la pena capital.