La euforia de políticos y autoridades eclesiásticas por la visita del Papa, con una previsión de afluencia de 200.000 creyentes, caló durante meses entre comerciantes y hosteleros, llamados incluso por el Arzobispado a donar dinero para financiar los fastos en honor del jefe de la Iglesia católica.Por eso ayer la decepción y el desconcierto se extendieron pronto por las calles de Santiago. La capital gallega amaneció con el tráfico más fluido que nunca, sin señales de abarrote en comercios y bares. Asi el balance que hacen los comerciantes y hosteleros de Santiago es negativo.