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Como animales de carga, así califica un juez el trato que recibían las más de 200 chicas que trabajaban en los clubes Riviera y Saratoga. Los clientes además quebrantaban los más elementales principios de la dignidad humana. La mayoría eran inmigrantes del Este, entre las que había muchas menores. Su jornada laboral comenzaba media tarde hasta altísimas horas de la madrugada. Y si faltaban se las podía expulsar o represaliar. El fiscal considera que eran "macroburdeles" y considera que la acción delictiva ha bajado en la zona desde que se han cerrado. También asegura que las inspecciones realizadas entre 2003 y 2009 apenas tuvieron incidencias.