El Gobierno Militar birmano ha decidido aceptar la ayuda internacional ofrecida y sobre todo la procedente de Estados Unidos. Testigos y representantes de agencias de ayuda humanitaria aseguran que en la antigua capital y el delta del río Irrawaddy, las zonas más afectadas por la tormenta, el hambre comienza a tornarse en desesperación y se han producido enfrentamientos y peleas por acceder a la ayuda internacional. Miles de personas han caminado kilómetros y kilómetros entre cadáveres para acabar hacinados y sin nada que comer.Y aunque la televisión estatal se empeñe en mostrar a eficaces militares y hasta a el Primer Ministro de visita por los hospitales, el mayor problema de los birmanos no es la devastación, sino su Gobierno que ha infravalorado los efectos de la catástrofe.