Viéndolo en Venecia estos días con su peinado de bruja avería, su rostro deformado por las operaciones, su traje con manchas y su perro, es difícil reconocer en el actor, Mickey Rourke, al que fue uno de los seres humanos más deseados del planeta, porque lo fue.  Pero tozudo, solitario, amante de motos rápidas y de agonías lentas, Mickey Rourke decidió autodestruirse. Empezando con el boxeo, su gran pasión. Uno de sus combates lo hizo en televisión, aunque más pareció teatro que boxeo.Luego vinieron las operaciones para reconstruir su cara, el alcohol, las drogas, los asteroides y un matrimonio en el que Rourke fue acusado de malos tratos.Por eso, cuando interpreta ahora a vencidos, perseguidos y resucitados, nos lo creemos. Mickey Rourke sabe de lo que habla. El personaje le va como anillo al dedo a un artista cuya carrera se asemeja bastante a la del protagonista.