Cuando todos pensábamos que ya había pasado la guerra fría, y los simulacros de bombas atómicas en los colegios (conocidos como duck and cover -agáchate y cúbrete-) que aterrorizaron y marcaron a tantos niños en el planeta en la década de los cincuenta y hasta entrados los ochenta, la imagen del hongo mortífero elevándose desde un plano de destrucción total y horrores indescriptibles hacia un cielo que más adelante llovería lágrimas tóxicas, esa visión regresa para quitarnos el sueño por las noches.