María Pages recuerda el paso del tiempo en la Bienal de Flamenco

AGENCIA EFE 2018-09-22

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Sevilla, 22 sep (EFE).- (Imágenes: David Arjona).-La bailaora y coreógrafa sevillana María Pagés ha hecho pasar el tiempo volando al público que llenó anoche el Teatro de la Maestranza de Sevilla con un montaje que, a golpe de palos alegres como la primavera y el verano, o nostálgicos, como el otoño y el invierno, reflexiona sobre el discurrir vital.
Pagés, una de las grandes estrellas del cartel de la XX Bienal de Flamenco -Premio Nacional de Danza y Medalla de Oro de las Bellas Artes-, ha apostado por traer al festival un espectáculo especialmente ambicioso para su compañía, al interactuar en escena con ocho bailaores y bailaoras y siete músicos flamencos y clásicos.
Las letras de su pareja El Arbi el Harti, adaptando reflexiones de Platón, Margaret Yourcenar, Jorge Luis Borges, John Cage, Octavio Paz, Heidegger o Marcel Duchamps, acompañan las distintas partes del espectáculo con las que la bailaora representa escenas dignas de películas como "Flamenco" de Carlos Saura, gracias a un juego de luces que representa las cuatro estaciones.
Comienza y termina esta "Oda al tiempo" formando un círculo como el del ciclo vital, representada por la figura del árbol de la vida que forma la coreógrafa y su compañía.
Un círculo a veces péndulo y a veces sol o luna sobre un fondo neutro basta como escenografía, ya que son los bailaores los que llenan el espacio con sus movimientos de brazos, sus taconeos y en el caso de ellas, sus batas de cola, con las que Pagés arrancó los primeros oles y aplausos del público.
Un público deseoso de ver flamenco -y nada más en el Teatro de la Maestranza tras varios espectáculos vanguardistas en el coliseo- que se rindió a María Pages desde muy pronto y hasta el final.
Con trilla y tonás, seguiriyas y soleás, la compañía le bailó a la primavera.
El verano trajo los momentos más cálidos por bulerías, alboreá y alegrías, con todo el grupo 'montando el taco'.
En el otoño se luce María Pagés con algún solo melancólico y el invierno trae peteneras, cante de Levante y una pieza instrumental con escenas de guerra y muerte, donde el colorido vestuario del cuerpo de baile se torna en gris monocromático, aunque el juego de focos deja de nuevo auténticos fotogramas de películas.
Incluida una de las manos solos de Pagés (que en uno de los números se convierte en sombra al taconear y marcar el paso con bastón tras un telón).
Pero la coreógrafa no quiere que el público se vaya con un mal sabor de boca pensando en cómo se acelera el tiempo al final de la vida y se empieza a pensar en la muerte.
 
 
 
IMÁGENES DEL ESPECTÁCULO.

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