Mérida, 12 jul (EFE).- Según Nerón, con su muerte, el pueblo de Roma perdía a un gran artista. No acertó del todo el emperador, puesto que, gracias a esa muerte, el público del Teatro Romano de Mérida ha podido disfrutar de un enorme Raúl Arévalo, que consigue escudriñar los aspectos más profundos del alma de este tirano.
El Nerón que plantea Eduardo Galán es un inmaduro, insensible y ególatra ser que, a pesar de ostentar el cargo político más importante de la época, se comporta como si de un juego se tratase, sin entender la repercusión de sus decisiones.
Este abanico se vuelve aún más complejo cuando entra en juego la sexualidad del emperador, puesto que disfruta de un matrimonio muy abierto con Popea (Diana Palazón), en el que las relaciones de ambos con otros hombres son comunes.